En el tranquilo barrio de San Isidro, una historia digna de las mejores novelas policíacas se desarrolló a lo largo de cuatro años. Un hombre, movido por la codicia, urdió un plan tan audaz como deshonesto: cobrar la pensión de su suegra fallecida haciéndose pasar por su pareja.
A medida que avancemos en esta historia, descubriremos cómo este hombre llevó a cabo su plan, cómo fue descubierto y cuál fue el precio que tuvo que pagar por sus actos. Es una historia que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la honestidad, la integridad y el respeto por las normas.
La trama comenzó cuando la suegra del hombre, una mujer llamada María D'I, falleció. El yerno, aprovechando la oportunidad, ideó un plan para obtener el beneficio de la pensión. Con una astucia digna de un villano literario, falsificó documentos y convenció a dos testigos de que él y la fallecida habían mantenido una relación de "convivencia en aparente matrimonio" durante 17 años.
Con las pruebas falsas en mano, el hombre presentó su solicitud en ANSES, organismo encargado de las pensiones. Su plan funcionó a la perfección durante cuatro años (2010-2014), durante los cuales cobró la pensión sin que nadie sospechara nada.
al enterarse del beneficio que cobraba su yerno, no pudo creerlo. Sospechando de un fraude,
Sin embargo, la verdad siempre sale a la luz. El ex marido de la fallecida -separado de hecho- inició su propio trámite para cobrar la pensión de ANSES sin avisar a sus familiares.
El organismo se lo otorgó pero se enteró que debía compartirlo con su yerno.
Sorprendido, objetó lo resuelto y explicó que la persona que cobraba el beneficio previsional era en realidad la pareja de su hija, madre de sus dos nietos. Manifesto que si bien era verdad que todos habían vivido con su ex esposa en una casona de San Isidro, pero que quien figuraba como beneficiario de la pensión era yerno de su ex mujer.
Las investigaciones revelaron que los testigos habían sido engañados por el hombre, quien les hizo creer que se refería a una “relación de convivencia en aparente matrimonio” y no a una simple convivencia de yerno y suegra. La evidencia era clara: el hombre había cometido fraude y falsedad ideológica.
Ante la contundencia de las pruebas, el hombre no tuvo más remedio que confesar su delito. El juez, al analizar el caso, no solo consideró la gravedad del fraude, sino también el hecho de que el hombre tras ser descubierto ”no interpuso reclamo o recurso alguno para continuar gozando de la pensión, lo que permite inferir que su obrar no fue de buena fe”.
La sentencia final fue de dos años de prisión en suspenso, una condena que servirá como un recordatorio de que la codicia y la deshonestidad nunca tienen un final feliz. La historia del yerno impostor de San Isidro nos enseña una valiosa lección: la verdad siempre sale a la luz, y la justicia, aunque a veces tarda, siempre llega!.